El don de las almas
Capítulo 1Cajas, cajas y más cajas. Mudarse no es fácil, menos si te vas de tu querida ciudad natal. Durango, Colorado. Nací y crecí en este hermoso lugar, y mañana por la mañana tendré que despedirme para siempre, espero que no. Tengo 16 años y estoy en 1º año de preparatoria. Me llamo Sofía Rossi y mañana estaré viviendo en Denver, Colorado.
A las 6:00 de la mañana saldremos de nuestra casa, junto al camión de mudanzas, hacia nuestra nueva vida. 5 horas y 55 minutos de viaje hacia nuevas aventuras que vivir. Acostumbrarse a una de las ciudades más grandes, que abarca la mitad de la población de Colorado, no creo que sea sencillo.
Mi hermano más grande, Franco, y mi hermana más pequeña, Cara, están igual de nerviosos que yo. Y mis papás, no sé qué decir. Fue su decisión. Luego de que mi abuela muriera, 1 año después que su querido esposo también lo haga, mi padre quedó destrozado. Éramos muy unidos, y cuando dejaron de existir, mi papá no pudo con ello. Todo en la ciudad le hacía recordar a sus padres y decidió que nos mudáramos a otro condado. Y eso fue lo que hicimos.
En el momento en que mi padre nos dio la noticia de la mudanza, se me llenaron los ojos de lagrimas, porque sabía a qué se debía. Todos nos quedamos en silencio y asentimos, porque sabíamos que era lo mejor para nuestro papá.
Cuando terminó la reunión familiar, subí a mi cuarto y llamé a Cameron, mi mejor amigo. Nuestra amistad había comenzado hace un año, cuando él me defendió de unos chicos que me estaban molestando en el patio del colegio. Después de eso le agradecí y lo invité a tomar un helado. Desde ese día nos hicimos súper unidos.
Me atendió y, al escuchar mi voz se dio cuenta de que algo pasaba. Era muy intuitivo. Le conté la noticia que mi papá nos había anunciado. Se quedó callado. Logre percibir algunos sollozos al otro lado de la línea. Yo estaba igual de triste. Cuando pudo componerse me dijo:
- Nos vemos dentro de un rato en Flico's.
Flicos's era un café que quedaba a una cuadra de nuestro colegio.
- Claro, nos vemos ahí- le respondí y colgué.
Llegué y Cameron estaba en una mesa alejada del mostrador. Lo saludé con la mano y me acerqué hacia donde él estaba. Me senté en la silla, enfrentada a él. Apareció la camarera e hicimos nuestro pedido. Él pidió un licuado de durazno, yo uno de frutilla y los dos pedimos dos platos de tostados de jamón y queso.
Al principio nos quedamos en silencio, hasta que yo lo rompí:
- Oye, no es mi decisión, la tomó mi papá. Ya sabes, por lo de mis abuelos.
- Si, te entiendo. Pero, ¿no puedes quedarte tú?- me contestó.
- No, jaja. Ni en sueños mis papás me dejarían- no quise sonar mala, pero era lo obvio.
- Lo sé, pero puedes quedarte con migo, en mi casa.
- Podría preguntar- dije, aunque sabía que la respuesta de mis padres iba a ser un rotundo no.
- Te voy a extrañar un montón- dijo con un tono de mucha sinceridad.
- Yo también a ti.
Cuando terminé de pronunciar esas palabras, llegó la linda muchacha con nuestro pedido. La comida estaba verdaderamente rica, como de costumbre.
Volví a mi casa y me tiré en el sofá del living a ver mi programa preferido: Cupcackes wars. Mi mamá se acercó y se sentó a mi lado. Me abrazó y me dijo que todo estaría bien. Yo asentí. Nos quedamos viendo hasta el final. Luego la ayudé con la cena.
Mientras comíamos, toda la familia, mi madre nos dijo el día que partiríamos y la hora. Cara no aguantó y dio su opinión:
- ¡No me quiero ir!- se quejó
- Cara, no hay nada que podamos hacer, la decisión ya está tomada- le respondió mi papá.
Mi hermana hizo trompa y se quedó callada, comiendo un pedazo de lechuga. Por su parte, Gianfranco, no manifestó nada. La cena acabó y todos nos fuimos a dormir.
Estoy preparando mi bolso. Mirando lo vacía que esta mi habitación. Pensando en mis amigas, en Cameron. Es muy difícil par ambos. Cargo en mi bolso mi celular, mis auriculares y otras cosas más que puedan servir de algo. Le doy un último adiós a mi hogar y bajo las escaleras, donde me encuentro con los otros 4 integrantes de mi familia.
- Ya están todos listos?- pregunta mi papá
- Sí- respondemos todos al unísono.
Nuestras miradas viajan por todos los rincones de nuestra, ya, antigua casa. Salimos a la calle. Por un instante me paralizo. Está Cameron, junto a mi auto, con un papel en la mano. Me le acerco, lo saludo y antes de que diga algo, me da el papel, que resulta ser una carta. Nos miramos a los ojos y me dice:
- Léela cuando hayas llegado. Te voy a echar de menos. Te quiero.
Me abrazó como si no hubiera un mañana y le dije que yo también lo quería. Me subí al auto y dejé todo atrás. Mi casa, Cameron, mis recuerdos.
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